miércoles, 18 de agosto de 2010

Muriendo de a poco

¿Por qué lamentamos la muerte?

¿Acaso es el hecho de reconocer que andamos por el mundo perdiendo el tiempo?

Quizá se trate del simple egoísmo de ver partir a la gente que nos enriquece, nos ayuda a crecer, a encabronarnos, a morir y nacer todos los días. Quizá seamos el miedo que no sabe responder a lo desconocido.

Quién sabe, a mí la muerte me seduce y me llama, y yo la repelo y le huyo, y luego le beso y luego vomito. A veces la veo frente a mis ojos y se me va y otras, la descarada busca entrar por el viento de las madrugadas y yo cierro la ventana para no verme morir a punto del amanecer.

Quiero morir en lunes, antes de la media noche, en la última hora, para no anhelar las otras veintitrés, para no envidiar a quienes se quedan, para estar descansada del fin de semana, para oler el aroma de su piel, para sentirle entre las piernas, y logre llevarme al infinito corporal, después los dos nos dormiremos, él despertará mañana, yo me quedaré intacta, siendo su último orgasmo, y el primer pensamiento.

Quiero morir antes de que ella me vea, que entienda que los finales son oscuros pero los inicios siempre traen luz. Morir y perderme de las contrariedades, del odio, de la hipocresía, del amor, de la ternura, de lo sublime. De estar viva.

Morir y saber que no importa quien lo lamente, o ver al muerto desvanecerse en los recuerdos, es tanto como morir tantito todos los días y sí, seguimos perdiendo el tiempo.

1 comentario:

  1. Es un gran texto, mi queridísima. Nada raro en ti. Un beso enorme, y mejor que la muerte no te lleve aún, porque quiero seguirte leyendo. Besos

    ResponderEliminar

emmamogador@gmail.com