jueves, 15 de octubre de 2009

La poesía entre las piernas y el estómago.

En tercero de secundaria llené tres cuadernos con poesía barata, de esa que parece más letra de música pop que una declaración de amor o una oda a la vida. Estaba enamorada, él era el niño más guapo del universo. Fuimos novios, después me dejó por una niña menos melosa. Entonces, rompí todos aquellos versos de rima constante y poca lucidez. Me alejé de la poesía con vehemencia.

Con el paso del tiempo, me negué con verdadera necedad a leer libros de poemas. Criticaba el romanticismo y creía fielmente en Calamaro cuando cantaba: “No se puede vivir del amor… ¿Por qué cantamos canciones de amor? Si suena mal y nunca tienen razón”. Creo que era “emo” a pesar de que ese término no estaba popularizado y aclararía que más bien “ema” porque me gusta el lenguaje en femenino.

Nunca fui seguidora de Jaime Sabines, a pesar de que me gustaba leerlo cuando me lo dejaban de tarea en la prepa, preferí a Mario Benedetti y me apropié de su obra. Mis novios consecuentes no tenían que chutarse poemas baratos, en cambio, todos contaron conmigo, se supieron queridos y entendieron lo que era un corazón con coraza.

Como buena malinchista me leí a Emily Dickinson, T.S.Elliot y por cultura general a Octavio Paz y a Pablo Neruda, después me fui con Sor Juana y sus hombres necios. La amé, y lamenté haber nacido con tantos años de distancia. Me hubiera gustado conocerla. Un leve pensamiento me hizo creer que podría ser monja y seguir su camino. Desistí a tiempo.

De a poco la poesía se me vuelve cercana, aunque no sepa leerla con el tono adecuado. Me eleva las sensaciones y las convierte en palabras, unas veces bien, otras veces mal, muchas veces de la patada. Soy aprendiz. Sin embargo, he encontrado en la poesía un cauce a mis pulsiones: al odio hacia mi madre cuando me hace ver que todos somos humanos, el amor a mi hija, el deseo a Omar, y la ira de vivir en un mundo tan raro. Un mundo tan poético y tan asqueroso al mismo tiempo. Y entonces, escribo y las palabras se me vierten de los dedos y se convierten en ideas y las ideas en voces y las voces en alivios, los alivios en descanso.

Busco crear una poesía que exprese lo que soy: una bola de deseos carnales, de odios y amores, de dolores y placeres. Busco encontrar la poesía en mí, aunque al paso que voy, la poesía me encuentra, me seduce y me invita a violarla. Quiero violarla, hacerla mía y no dejarla ir.

3 comentarios:

  1. Yo en la prepa tambien tenia mis cuadernos de "poesia".... algunos de esos poemas se convirtieron en canciones y otros siguen ahi guardados y medio escondidos... ahora leo algunos y son el recuerdo de una parte que fui hace algun tiempo y en otros sigo siendo yo.

    saludos y buenas las noches!


    Porthos mosquetero de su mentalidad



    PD. no puedo publicar comentarios desde mi trabajo....

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  2. Comencé a escribir poemas a los 16, tenia un diario en el que escribía mis tontadas, así que desistí de eso porque me pareció como un tanto femenino, de modo que decidí escribir un diario-poemario, y aunque he tenido ciclos de esterilidad creativa, no he parado hasta hoy. He leido en parte la misma poesia que tu has leido, agregándole a Miguel Hernández, García Lorca, Vicente Huidobro, Andres Eloy Blanco, que es un poeta del pueblo (venezuela), Machado, Ruben Dario...La poesia me vence, me eleva y me hace descender, me impacta de vida, es como si fuera yo, fuera de mi, dentro de mi, en una flor, en los ojos de la mujer que amo, en la voz de mi hijo cuando me dice papá, y aun no me lo creo. See you soon

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  3. creo que la poesía es el acto más sublime de la mente humana

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emmamogador@gmail.com