miércoles, 28 de octubre de 2009

El cuadro de Sabina

Soy la mancha azul
del cuadro que pintó Sabina
aquella que está detrás
del mundo contruído.

Soy la grieta seca
el pincel roto
el lienzo olvidado
la idea vacía.

Soy la pincelada a medias
testiga de siluetas ardientes
mentiras citadinas
verdades de la cama conyugal.

Soy el agua que diluye el color
el trapo que limpia sus manos
la música que no se vuelve arte
la fatiga cotidiana.

Quizá Kundera no lo sabe
tal vez yo no lo sepa
soy la mancha azul
que arruinó el cuadro de Sabina.

sábado, 17 de octubre de 2009

Give peace a chance

Ya no creo en la paz, es un concepto tan efímero y utópico que podría causarnos risa. Tampoco creo en la democracia, aunque me aferre a ella entre libros y libros. Sólo creo en mí, y en la necesidad de creer en algo para poder vivir.

Porque la paz es un imposible, he salido a buscarla, con el miedo de encontrarla y ser feliz. Y con la certeza de que no la encontraré y será mi camino, el largo sinuoso camino de la mentira, la aberración y la humanidad.

Quizá es la edad

A veces soy más tanática que erótica, quizá es la edad.

Ya no duermo después de la una, más que cuando es estrictamente necesario y no me despierto después de las siete de la mañana, porque hay que llevar a mi hija a la escuela. Ya no como porquerías, busco comida orgánica y sana, pienso en los males del futuro. Tampoco bebo mucho, porque después de todo, me hace un poco de daño.

A veces, cuando menos me doy cuenta, suelo ser más aprehensiva con los semáforos, los cruces, los puentes peatonales, los refrescos, los helados… hace tanto que no como uno que no sea de yogurt. Pocas veces aviento la ropa, tiro las cosas y dejo que la casa sea un asco, pienso en las hormigas, y en que mi perra se va a querer meter todo a su hocico.

Ya no doy consejos, me parecen absurdos, mucho menos doy regaños, uso más bien la retórica. Escucho con paciencia, más bien por que busco material literario, y me quedo callada aunque tenga opinión. ¿Para qué la doy? De todos modos hacen lo que quieren.

Pero, muchas otras veces, especialmente cuando mi hija está en la escuela, tiro cosas, aviento improperios, reclamo actitudes y vocifero crueldades. Otras tantas, azoto puertas, aviento trastes, lanzo las manos al aire y rompo la comunicación con autoritarismo. Termino llorando y luego, atraganto mi dolor en una sarta de sentimientos egoístas, actitudes orgullosas y soberbias y me acomodo la ropa, me quito el cabello de la cara y vuelvo a la normalidad: el sol sigue iluminando las ventanas, el viento sigue siendo brisa que choca con paredes, y él, sigue siendo el mismo.

Entonces, me agobia la rutina, me hartan los instantes y le beso, le acaricio y le pido que me penetre todo: las tristezas, los enojos, los desacuerdos, los planes futuros… que me haga sentir viva y que mi vida vale la pena. Entonces, mi erotismo se hace presente, para después morir en una muerte chiquita que me atrae como el vértigo. Instantes de placer, solo instantes.

Después, soy más tanática que erótica y suelo ir por mi hija a la escuela.

jueves, 15 de octubre de 2009

Adiós a Sabina

Todo comenzó como una broma: Estábamos José y yo sentados frente a frente hablando de nuestras vidas. Una práctica común, aunque llevamos meses postergando un nuevo encuentro. Tomábamos café, aunque el café me altera el sistema nervioso.

No recuerdo si era el Café de Arriba, o si era el café de siempre, pero no se llamaba de Arriba, o si era otro café. Quién sabe. Me dijo en aquella ocasión que se estaba haciendo bloguero, y no me quise quedar atrás.

Sin embargo, no quería hablar de mí… ¿Qué iba a decir? Nada que no tuviera que ver con mis traumas sociales, mis fobias, mis impotencias y mis deseos. Desistí por algunas horas, hasta que las ganas de escribir un blog me ganaron. José fue mi primer lector oficial, después, tuve unas semanas en las que mi correo se llenó de insultos y propuestas indecorosas, creo que algunos pensaban que era una HOT ONLINE o algo así.

Subí una imagen, -mi favorita- La Condición Humana de Magritte y comencé a verter toda la serie de sandeces bajo el seudónimo de Sabina Franz, nombres de mis dos personajes favoritos de la literatura. (Siempre quise ser Sabina, inclusive pensé en ponerle así a mi hija).

Pasé más de un año inventando historias, anécdotas y vomitando pensamientos que se me escapaban de la realidad. Conocí, bueno, es un decir, a muchas personas que nutrieron mi vida todo ese tiempo. Algunos me pidieron conocerme, me hice pato, querían conocer a Sabina, no a mí.

Cuando me mudé a Puebla, pensé que era hora de decirle adiós a ese blog, mi tiempo se llenó abruptamente de cosas y más cosas que hacer. El tiempo se me hacia chiquititito. Pero no fue sino hasta hace unas semanas que Sabina pidió desaparecer. Estaba cansada.

No sé si fue la serie de cosas en las que me estaba metiendo con tantas personas que confiaban en ella, o simple aburrimiento. No lo sé. Ayer, al tratar de dormir, pensé en ella, y en las inmensas ganas de comenzar a ser yo.

Le dije adiós, a pesar de las satisfacciones que me dio. (Ejem… ) Y sentí pena; pero siempre hay que saber decir adiós hasta a las cosas buenas, porque nada es para siempre, y nuevos ciclos llegan.

Así es la vida, así soy yo.

La poesía entre las piernas y el estómago.

En tercero de secundaria llené tres cuadernos con poesía barata, de esa que parece más letra de música pop que una declaración de amor o una oda a la vida. Estaba enamorada, él era el niño más guapo del universo. Fuimos novios, después me dejó por una niña menos melosa. Entonces, rompí todos aquellos versos de rima constante y poca lucidez. Me alejé de la poesía con vehemencia.

Con el paso del tiempo, me negué con verdadera necedad a leer libros de poemas. Criticaba el romanticismo y creía fielmente en Calamaro cuando cantaba: “No se puede vivir del amor… ¿Por qué cantamos canciones de amor? Si suena mal y nunca tienen razón”. Creo que era “emo” a pesar de que ese término no estaba popularizado y aclararía que más bien “ema” porque me gusta el lenguaje en femenino.

Nunca fui seguidora de Jaime Sabines, a pesar de que me gustaba leerlo cuando me lo dejaban de tarea en la prepa, preferí a Mario Benedetti y me apropié de su obra. Mis novios consecuentes no tenían que chutarse poemas baratos, en cambio, todos contaron conmigo, se supieron queridos y entendieron lo que era un corazón con coraza.

Como buena malinchista me leí a Emily Dickinson, T.S.Elliot y por cultura general a Octavio Paz y a Pablo Neruda, después me fui con Sor Juana y sus hombres necios. La amé, y lamenté haber nacido con tantos años de distancia. Me hubiera gustado conocerla. Un leve pensamiento me hizo creer que podría ser monja y seguir su camino. Desistí a tiempo.

De a poco la poesía se me vuelve cercana, aunque no sepa leerla con el tono adecuado. Me eleva las sensaciones y las convierte en palabras, unas veces bien, otras veces mal, muchas veces de la patada. Soy aprendiz. Sin embargo, he encontrado en la poesía un cauce a mis pulsiones: al odio hacia mi madre cuando me hace ver que todos somos humanos, el amor a mi hija, el deseo a Omar, y la ira de vivir en un mundo tan raro. Un mundo tan poético y tan asqueroso al mismo tiempo. Y entonces, escribo y las palabras se me vierten de los dedos y se convierten en ideas y las ideas en voces y las voces en alivios, los alivios en descanso.

Busco crear una poesía que exprese lo que soy: una bola de deseos carnales, de odios y amores, de dolores y placeres. Busco encontrar la poesía en mí, aunque al paso que voy, la poesía me encuentra, me seduce y me invita a violarla. Quiero violarla, hacerla mía y no dejarla ir.