domingo, 15 de noviembre de 2009

Magali

Y ahí estábamos las dos, sentadas en una banca cualquiera, en un día sin fecha, en mis dos días en la vida. Creo que ambas lloramos, pero solo de sus ojos salieron lagrimas que enjugo en un acto desesperado por volver a ser fuerte, a seguir adelante, aunque las dos pensamos lo mismo: “pinche vida, tan complicada, ojala fuera más fácil, o supiéramos para que sirve cada cosa”. Nuestros problemas no se comparan, porque además estoy viviendo un estado de “limbo” que no me permite pensar, sin embargo, nos une lo mismo: el amor a la vida y el odio al vicio que es vivir. Quisiéramos perdernos en la vanalidad de las rutinas, y dejar de preguntarnos lo que no se pregunta.

Me duelen las piernas, no quiero caminar, a ella le duelen los pies, la cabeza, las manos… especialmente las manos. No queremos despedirnos, yo no me quiero ir de la ciudad. Tengo angustia, pero la oculto abrazándola, diciéndole cuanto la quiero y prometiéndonos vernos pronto porque de entre todo el sin fin de mundos en el que nos desenvolvemos, seguimos siendo amigas. La extraño.

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