jueves, 26 de noviembre de 2009

Hilar ideas

Bien lo dice Guillermo Vega, leer o escribir, -sobre todo escribir- es para mucha gente perder el tiempo. Sin embargo, yo veo que conforme los medios electrónicos de comunicación se van masificando, cada vez hay más vatos y vatas que se atreven a opinar, a decir, a expresar. Entrar a los blogs es tener un orgasmo intelectual, -que no es lo mismo que intelectualoide-.

A veces, cuando no quiero trabajar, sino navegar, -más no pendejear- me voy a google y escribo alguna frase que parece sin sentido y me voy a ver los resultados.

Increíble. Me encanta la mente humana y su habilidad de reproducirse como ratas o cucarachas, por más que las mentes chiquitas quieran ocultarlas, siempre se abre su propio camino a la vida (imaginemos la flor silvestre que se abre paso entre las piedras).Me encuentro de todo, y para ser honesta, poco me atrapa, así que, voy depurando párrafos y luego, regreso a trabajar, sino, pus no como (dícese del verbo comer, no del de preguntar).

Lo que me parece harto chistoso, es que, en este afán de pertenecer a algo, -tal como lo dice Zaid en su ensayo sobre La Poesía en Movimiento-, poco a poco nos vamos descubriendo la cara y nos preguntamos: ¿Tú también? Los mitos de la genialidad se acaban y terminamos entendiendo que todo se trata de círculos sociales.

Lo he hablado con Socko, con las dos “Lis” y mi Solecito adorada, además de que, o nos metemos a estudiar estilismo por la insistencia de los volanteros en la 3 Norte, o conseguimos a un estilista para que nos haga una imagen propia de una escritora y/o escritor, necesitamos, con harta urgencia hacer una sociedad de las y los escritores “zoojenitas” en la que, a lo largo de nuestra vida, -literaria o no- nos premiemos, organicemos congresos, exposiciones de nuestras obras, presentaciones de nuestros libros (o blogs) y le pidamos al Estado un buen presupuesto para varias y diversas becas para sobrevivir de suspirantes a escritores, porque, digámoslo con toda la verdad de las letras, para ser escritor “reconocido” en este país, tenemos varias opciones:

1- Acostarnos entre todos nosotros y debernos el favor del orgasmo para luego debérselo a alguien y siempre tener que estar pagando favores (lo cual no suena tan mala idea, después de todo sería harto placentero).
2- Acercarnos a un Mecenas que nos acompañé en nuestro crecimiento y se vuelva nuestra pareja y nos pague nuestros fallidos escritos (pero laureados por la sociedad de escritores y escritoras creada por nosotros mismos)
3- Ir a todos los cockteles, decir que todos son bien chingones, que somos sus admiradores y pensar que aquel o aquella escritora un día por compasión nos permitirá leerle nuestro trabajo (premiado con anterioridad por nuestra sociedad, es decir, por aval no nos preocupemos)
4- Entrar a concursos y concursos en los que si no ganamos nada, al menos si ganamos estrés y experiencia. (Valido, si además pensamos que podemos generar nuestros propios concursos y premiarnos entre nosotros)
5- Seguir escribiendo, abriendo blogs, referirnos con nuestros amigos y esperar a que el tiempo nos haga crecer sin necesidad de querer entrar a círculos sociales cerrados, donde para entrar hay que ser parte de ellos, aunque ellos también busquen el mismo reconocimiento.

Lo importante aquí, hablando un poco más en serio, es que no dejemos de escribir, de intentar hilar ideas, de expresarnos y de quitarnos esa costumbre de quedarnos callados, quizá, al reconocer nuestra voz en la voz de otros y otras, alcemos la voz, y sirva de algo, que de algos, está tan necesitado este país.

Huevitos

Rompimos el cascarón y nos volvimos huevos rancheros... alueguito, nos revolvimos, para terminar estrellados.

Nimodo, no digo ni pío.

Contradicción

Te digo que el tiempo cura todas las heridas y que aquellas que son viejas, nos laceraran con el tiempo el estómago, el colón y la vida pero que no serán heridas mortales, porque la mortalidad nos llegará tarde o temprano, contigo o sin mí, o viceversa, o a la inversa, da igual.

Reniegas, te callas, mueves la cabeza, me miras. Silencio. Todo se ha vuelto silencio. Nos hemos acostumbrado a la dulce inercia de no decir nada y fingir que nada pasa, porque así pasa menos. Es dulce, aunque genera punzadas que se vuelven enojos y los enojos indiferencia.

Te digo que el tiempo no cura ni madres, que aun me siguen doliendo la indiferencia paterna, la bruma materna, la hostilidad de mi hermano y el refugio casi equívoco de mi hermana. No sé que estoy diciendo, quiero matar el silencio, odio el silencio. Me miras esperando que en mi monólogo me conteste a mí misma y puedas olvidarte de la respuesta. Lo olvido. No sé de qué estamos hablando. Sigo creyendo que no quepo en tu estructura. Tú no concibes la mía.

Me buscas, acaricias mi cintura, aprietas mi cuerpo contra el tuyo y yo no siento nada. Te desesperas. Te arremolinas entre mi pecho, succionas un seno, acaricias el otro. Cierro mis ojos. Pronto nos perdemos en la vorágine de estar y no estar. De odiarnos y de querer rescatar lo que alguna vez hubo. Terminas dentro de mí, mis uñas te han dejado marcas en tu espalda y tu tímpano ha quedado inservible. Pronto nos quedamos dormidos. Tú en tu lado, yo en el mío, como dos desconocidos.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

No pido más

No viviré bajo tu estructura. No seré la neurótica de mi madre, ni lo taciturna que suele ser la tuya. No fingiré que esta vida me complace, te exijo más, me pido más, la eterna insatisfacción humana.

No seré la abnegación que funda familias o instituciones, ni la ejecutiva que olvida ser ella por querer ser un hombre. Este es mi feminismo. No pido más.

Certeza número dos

Me tomas de la mano buscando aquella simpatía que guardaba solo para ti. Te evado la mirada. La buscas, insistes, desgarras, lástimas, laceras y yo, bajo la cabeza pensando en el futuro.

Quiero cerrar los ojos, y a la vez, mirarte bien, te me escapas. Doy la vuelta, sonrío. Te abrazo, quiero pedirte perdón por caminar sin ti, por pensar en mí, por querer ser libre pero, las palabras se atragantan, se me anudan en las cuerdas vocales, se me incrustan en el estómago… me quedo callada. Me sonríes, me tomas de la mano, acaricias mi mejilla, me repites que me amas y yo te creo, no sé si yo te amo. Tú haces como que no oyes. Me tomas de la mano, me invitas a tu vida, se te olvida que la conozco, pero, hago el intento, y seguimos sentados, tomados de la mano, aferrados al presente.

Certeza número uno

Te miro y no puedo dejar de mirarme en tí.

Te he cambiado el corte de cabello, la forma de vestir, tu dieta y la comida orgánica y macrobiótica son tus platillos predilectos. Has dejado la ropa de marca, y de vez en cuando, te ocultas en el jardín a fumarte un puro. Te pruebo y desapruebo tu osadía. Te sientes vencido.

Te escucho y reconozco en tí las revistas que dejo en el estudio, los libros que crítico y las películas que me aburren. Poco hablas, porque con alguien como yo, mucho oyes, mucho aguantas, y poco entiendes. Pero poco te importa, porque entonces, te encimas a mi cuerpo, me buscas, me besas, me penetras, y a tu manera, -nuestra manera- me amas. Eso dices.

No te reconozco, cada vez sé menos de tí.

lunes, 16 de noviembre de 2009

Incógnita número uno

Te pregunto si tienes algún tatuaje. Sonríes y me dices que lo tengo que descubrir yo. La verdad no quiero, acercarme a tu cuerpo significa perderme en él. Entonces, te pregunto sobre los libros mal acomodados, la música que sale al aire de tu computadora, y hasta del frío que me hace titiritar.

Me incomoda de buena manera tu mirada, de vez en cuando la evado, no sé qué hacer porque además no quiero hacer nada aunque nuestros cuerpos estén cada vez más cerca. Busco la coherencia mental ante tu sonrisa que me deshace y sin dudarlo me acerco a tu boca con la sensación de estar vencida y empoderada. Lo demás, es historia. Historia que no sé si me dejara marcada con un tatuaje que lleve tu nombre.

La inspiración

Hace unos días leí que Joaquín Sabina había declarado a la prensa española que como estaba inmensamente feliz, se le había ido la inspiración (o algo por el estilo) y yo pensaba en que, seguro yo era muy afortunada, porque aunque me sentía feliz estaba siendo productiva en la SOGEM, vaya, nada para publicar pero, si que hace trabajar la mente.

He estado inmersa los últimos meses en diversos cambios a los que no estoy acostumbrada: el cambio de ciudad, el cambio de actitud hacia mi madre, el cambio de actitud hacia las relaciones amistosas, el enclaustramiento entre las letras, los libros y el entusiasmo en ser buena alumna. También comencé a creer que la rutina que él y yo estábamos replanteando era buena, vaya, no es fácil convivir las 24 horas con alguien y con él era demasiado fácil, fluido y bastante cómodo. De repente sentí que estaba siendo codependiente y no me gustó. Quizá fue eso. Aunque no lo sé de cierto. Busqué mirar otras cosas donde pudiera vivir sin él.

Entonces, la debacle vino… comenzaron a olvidárseme las cosas, dejó de entusiasmarme el jugar a la casita, me recluí entre la pantalla y la apatía y aunque físicamente estaba presente, mi mente estaba lejos. Las emociones emergieron abruptamente.

Yo no sé si la inspiración haya regresado a mí, lo que sí tengo seguro es que, todo el tiempo estoy pensando cosas, escribiendo viñetas mentales, imaginando espacios y lugares, frases y abrazos, momentos y canciones, poemas y tristezas. Todo en mi mente. Mientras tanto, la vida se me pasa, la voz de mi hija de repente me llama y ante todos, me consuelo diciendo que es porque él está lejos. Mañana regresa, y entonces, aunque no queramos, regresaremos a un estado en el que nos veremos poco, nos hablaremos mucho, nos diremos proyectos y planes y yo no sé si podré estar aquí con él con la entereza que se requiere, porque he dejado de ser feliz y me ha llegado la inspiración.

domingo, 15 de noviembre de 2009

Estoy desorientada

Ni siquiera la llamada a la una de la mañana a Tania me lo impidió. Entré en un estado de inconsciencia del que no puedo librarme. No sé con exactitud que me pasa, es como si todo me importara menos o como si me importara de más, pero debo de ser más clara: como si hubiera vivido en un atolondramiento de emociones y ahora, como si hubiese sido yo una olla express las emociones salen disparadas, los actos se vuelven revolucionarios y me dejan a mí deshecha.

Le llamé a Tania porque la conozco desde los 7 años, porque su frase preferida para dirigirse a mí era: “No sales de una cuando ya entras en otra” y porque necesitaba que me recordara que todo estaba bien. Lo hizo, muy a su manera, de pronto mis preocupaciones aquella noche eran menores y la conciencia, la moral, el “deber ser” se apoderaron de mí. Me dormí más tranquila.

Pero, como si un motor interno tuviera descompuesto el freno de mano, me he dejado ir, como se dice literalmente, de boca. ¿A dónde voy y por qué me dirijo en esa dirección? No lo sé. ¿Por qué lo hago ahora y no en otras circunstancias? Tampoco lo sé. Es como si hubiera probado una droga y me estuviera volviendo viciosa. Este estado de inconsciencia donde el tiempo pasa sin que me de cuenta y se hace más denso entre mis pensamientos, me esta volviendo loca. Estoy desorientada.

Magali

Y ahí estábamos las dos, sentadas en una banca cualquiera, en un día sin fecha, en mis dos días en la vida. Creo que ambas lloramos, pero solo de sus ojos salieron lagrimas que enjugo en un acto desesperado por volver a ser fuerte, a seguir adelante, aunque las dos pensamos lo mismo: “pinche vida, tan complicada, ojala fuera más fácil, o supiéramos para que sirve cada cosa”. Nuestros problemas no se comparan, porque además estoy viviendo un estado de “limbo” que no me permite pensar, sin embargo, nos une lo mismo: el amor a la vida y el odio al vicio que es vivir. Quisiéramos perdernos en la vanalidad de las rutinas, y dejar de preguntarnos lo que no se pregunta.

Me duelen las piernas, no quiero caminar, a ella le duelen los pies, la cabeza, las manos… especialmente las manos. No queremos despedirnos, yo no me quiero ir de la ciudad. Tengo angustia, pero la oculto abrazándola, diciéndole cuanto la quiero y prometiéndonos vernos pronto porque de entre todo el sin fin de mundos en el que nos desenvolvemos, seguimos siendo amigas. La extraño.

lunes, 9 de noviembre de 2009

El cabello más largo

Suelo salir huyendo cuando siento que la rutina está por alcanzarme. Quien me conoce bien, sabe que siempre que empiezo con ataques de Feng Shui en mi casa, la crisis comienza y buscaré el cambio. La ropa sin usar se va, los zapatos corren solos, los inmensos papeles que alguna vez guardé se van a la basura y mis libros, esos que se van desacomodando con el tiempo, vuelven a estar ordenados por tamaños, autores, géneros, e incluso por colores.

Luego voy conmigo. Corro al baño, busco unas tijeras y corto de a pedazos mi cabello. Trato de que se vea diferente, aunque sin forma y sin sentido pero diferente. Poco a poco mi cabello se vuelve tan corto que mi cara redonda se ve más grande y claro, más redonda. Si alguien me conoce bien, sabe que mi cabello es corto cuando la crisis está a punto de llegar al clímax y que cuando lo tengo largo es porque estoy cómoda con mi lugar, mi espacio y mi tiempo.

Después llegan los planes académicos, busco cursos, diplomados, o incluso nuevas licenciaturas, me imagino mi vida haciendo algo diferente a lo que estoy haciendo. Finalmente, llegan las peleas, los sinsabores, el hastío, las reclamaciones, las miradas tristes, los berrinches descomunales y luego, la calma en su dialética extraña.

Voy llegando a Puebla, en 5 años he tenido al menos 5 mudanzas, prometimos no mudarnos al menos en 2 años. No iré a ningún lado, aunque mentalmente ya lo estoy planeando. Suelo salir huyendo, aunque sigo esperando tener el cabello más largo.

El alcohol

No me llevo bien con el alcohol. Ni siquiera cuando se trata de alcohol para desinfectar una herida, siempre salgo corriendo y pueden pasar días enteros sin que salga de ese lugar si hay una herida que esté a punto de infectarse y el alcohol aceche. Le tengo miedo. Ja.

Mis papás no toman, son aburridos y cuando yo tenía 11 años tomé mi primera cerveza, me dio asco. No le vi sentido. Es más, mi mejor amiga a la que le encanta la cerveza, hasta la fecha sigue pidiéndome que me emborrache con ella. No lo hago porque si no, nadie la cuidaría en sus desvaríos.

Supe que era enemiga del alcohol cuando después de un vaso de vodka me hice novia del hombre más estúpido que he conocido en toda mi vida. Y lo confirmé cuando con una cerveza le pedí un autógrafo a mi mejor amigo haciendo el típico “te quiero muchoooooooooooooo…”

Después, me tomé una cerveza con una compañera de trabajo, poco después llegó él y como si no lo hubiera visto en años, le grité: “Te amooo un chingooooooooo” dos segundos después, me caí. Volví a caerme después de tomarme dos cervezas con otros compañeros de trabajo, él llegó por mí y al saludarlo me caí enfrente de todos los “viene viene”.

La última vez fui a “Tierra de vinos” para tratar de revivir la pasión escondida en la rutina de vivir juntos por más de 3 años. Nos ofrecieron una “copita” de vino espumoso y antes del plato principal estaba arrastrándome por la mesa para hablar quedito y nadie lo notara, claro, todos lo notaron. Dos semanas después supe de mi hipotensión.

viernes, 6 de noviembre de 2009

Maldito sistema

Quien sabe cómo fue, no lo recuerdo y para ser sincera, ni me interesa. Sólo sé que en quinto de primaria la mamá de mi novio, -que iba en sexto, sí siempre me han gustado más los grandes- fue a darnos una clase de educación sexual… cristiana.
Ahí estaban: un hombre y una mujer, llenos de caras querubinas, cuerpos regordetes, sonrisa de ángel y dándose besitos de piquito en una cama. Ese día supe que el pene se erectaba y que la mujer lo recibía. ¡Ah jijo! Pensé… “No así yo no juego”.
Luego, en secundaria, mi mejor amiga, se iba a ver películas porno a casa de su nueva compañera de banca. (Yo iba a otra escuela pública lejos, lejos) y me contaba todo lo que veía. Dos o tres veces me tocó ver cómo, al comer salchicha ella vomitaba. Ja ja ja.

Me daba un poco de pena no saber, así que algunas veces fui a ver películas con ellas pero, siempre pensé: “Ah, no, yo quiero acción”. Y realmente quería acción, no quería que me contarán, quería saber. Sin embargo, en secundaria estaba cañón encontrar a alguien, realmente estaba cañón. Me miraban raro.

Me hice “novia” de un pelafustán de de 19 años, yo tendría 13, fuimos a un parque y me acarició los senos. No sentí nada. Después, tuve otro novio de 16, a él fue al que le mentí y le fingí la respiración agitada. Estaba decepcionada.

En preparatoria, después de varios intentos fallidos, me hice novia del mejor amigo que ha tenido mi clítoris. Hicimos de todo, menos penetración. He de pecar de habladora pero, de verdad que hacíamos de todo y yo seguía virgen. Me lamentaba su formación católica porque miren que yo le rogaba. Cuando cumplió 18 años, le quise regalar mi v virginidad pero él, era medio bruto esa es la verdad. Hizo como que entraba pero no entraba y siendo honesta, me dolieron mucho sus intentos, era un sope.

Hoy amanecimos con mucho frío, no quería levantarme, me acurruqué a él, nos abrazamos por un largo rato echándonos la pelotita para ver quien se levantaba primero mientras nuestras manos se hundían en nuestros cuerpos. Mi hija se nos encimó a los dos, nos apartamos para que ella se metiera entre nosotros. Nos levantamos tarde, desayunamos rápido y le dijimos que si llegaba tarde ella firmaba el retardo. Nos mandó a volar. Tenía razón.

Me cuesta trabajo aceptar que es bien difícil tener una vida sexual plena cuando hay una gorda de 5 años. Me siento como al inicio, pidiendo más, queriendo sentir más, sólo que esta vez el tiempo es quien no nos deja. Maldito sistema.

jueves, 5 de noviembre de 2009

Regresando con quejas

Siempre he leído a destiempo. Por ejemplo, he comenzado a leer cuentos infantiles ahora que mi hija me lo pide, de niña nunca lo hice. La decepción de que la fantasía era solo fantasía me hizo temerle durante muchos años. Ya por medio de Sabina, les comenté que me he reconciliado con ese género gracias a Guillermo del Toro y por supuesto a mi hija.

El primer libro que leí fue “Los Hijos de Sánchez” después me encontré con Milán Kundera y éste me llevo a leer a Sartre, Camus y Simone de Beavouir. Me costó trabajo entrarle a la literatura latinoamericana, especialmente cuando me hacían leer a Juan Sánchez Andraka y a Carlos Cuauhtémoc Sánchez (bendita escuela pública) luego ya me hice fan de Rulfo (aunque Jaud le huya) García Márquez, Borges, Cortázar, Ibargüengoitia, etc.

Antes de entrar a la universidad, encontré a Rius, y estaba tan atrasada en noticias que creí en el comunismo, en el socialismo y en la revolución cubana contemporánea. Claro que usé al Che Guevara en mis playeras, pensé que Marx era el único dogma válido y que la religión era el opio. Afortunadamente ingresé a la universidad y con ello, a la vida adulta. Entonces, la vida dejó de ser de color de rosa, y los dogmas fueron dogmas, como todos.

Estos días he estado atenta a las famosas decisiones del legislativo, del paquete fiscal, de la elección del Ombudsman, de los bebés vendidos, de los delincuentes zzz, de las autoridades haciendo teatros, de los funcionarios muertos, de los periodistas que mueren ante la indiferencia, de las rabietas, de las desesperanzas, etc. Me he sentido deprimida, a pesar de que todos los días me digo a mí misma que cuando más oscuro está es porque ya va a amanecer (sí, mis consejos de auto-superación personal instantáneos) y cierro la boca, abro los ojos y respiro profundo. Entonces, volteo a la literatura y me doy cuenta que es como que casi, casi lo mismo.

Leo por todos lados verdades absolutas, masturbaciones mentales, aspiraciones a genialidades fallidas, alabanzas a los que tienen poder literario, poco análisis, etc. Leo gente que dice que trabaja desde su trinchera, a quienes ningunean a quienes no son apadrinados por gente famosa, y de esfuerzos monumentales que activan a grupos que me parece están atomizados pero que poco a poco avanzan.

Sin embargo casi no leo-escucho de una intención por unir fuerzas, por dejar de pertenecer a un bando y de hacerle frente a una cultura que nos necesita a todas y todos. ¿Lograremos alguna vez dejar nuestros egos a un lado, y pensar en el bien común, o eso es cosa del pasado, como cuando se creía en un comunismo político y económico? ¿Acaso es que en realidad no he dejado de ser dogmática y sigo creyendo en las utopías? Leo a destiempo, pero leo, creo a tiempo, pero me estoy cansando.